martes, 23 de enero de 2007

2.0 EL FIN DE UNA RAZA

-¿Extintos? - Preguntó Minu. Eléan no podía dejar de pensar en la sensación que tuvo al mirar por primera vez a Minu, pero casi anticipó su duda continuando - … estos homo sapiens eran una raza maravillosa, con tantas virtudes como defectos. Sabemos de ellos gracias a su incesante inquietud por documentar su propia historia. Si bien nosotros heredamos de cierta forma esta característica durante su estudio. - Minu seguía realmente confundido pues no veía diferencia alguna entre lo que era un hombre y lo que él era.

- Nosotros somos ellos, Minu, en sí somos lo que la humanidad hubiera podido haber sido de no haberse destruido a sí misma. Ellos evolucionaron del simio como lo hicimos nosotros; el tamaño de nuestros cerebros es prácticamente el mismo. Si bien la diferencia es la historia, los procesos de desarrollo y progreso, y no de evolución. Ellos tardaron 5 mil años entre la invención de la escritura y el descubrimiento de los combustibles fósiles; nosotros únicamente tardamos unos 2 mil. Es gracias al estudio de la Raza Humana que no cometimos muchos de los errores que ellos cometieron, o tropiezos durante sus avances políticos, científicos y sociales. No soy un experto en el tema, pero sé por ejemplo que nosotros tardamos 5 años en darnos cuenta que no podíamos basar nuestro desarrollo energético en base a combustible fósiles. Ellos habrán tardado mucho más. -

Minu seguía pasmado. Él siempre se había sentido “de otro mundo” y por momentos la idea de ser un humano le pasó por la mente, pero como siempre, la desechó (tal vez le pareció inverosímil). - Los humanos dejaron de ser hace miles de años - pensó. Minu pudo captar todas y cada una de las palabras que habían salido de la boca de Eléan y al mismo tiempo hacerse una cantidad inimaginable de preguntas. Él sabía que tal vez no era el tiempo para contestarlas todas. - ¿Cómo se extinguió la raza humana? – preguntó.

- La respuesta es en verdad fascinante. La autodestrucción humana es un evento que aún recibe mucha atención por parte de investigadores, por complejidad y duración. Nadie puede saber realmente cuando comenzó ni terminó su condena, aún ahora. En general, podemos decir que el ser humano nunca pudo concebir sistemas ni métodos equilibrados y distribuidos: socialmente, segregaban a sus individuos en lugar de unirlos; tecnológicamente, destruían más de lo que creaban; su crecimiento iba a un ritmo que su planeta no podía soportar, creando escasez de todas las cosas necesarias para la existencia y coexistencia. Eventualmente el delicado e inestable balance se rompió… - Minu seguía atento, Eléan hablaba con un aire de melancolía, fijándose ininterrumpidamente en una de las figuras del museo - … en la era de modernidad, muchos de sus integrantes se percataron de que realmente la humanidad estaba encaminada a la perdición. Hay vestigios de protestas, libros, crítica, intentos de aquellos seres únicos que trataban de evitarlo, así como también predicciones de cómo sería: un cometa impactando con la tierra, invasión de seres de otros planetas, inteligencia artificial apoderándose de su creador… la imaginación de los humanos es aún realmente sorprendente. Pero desgraciadamente, el fin habría de ser grotesco, y menos sorprendente que lo que imaginaban. Por ahora, se sabe que murieron por sus propias manos… - bruscamente se interrumpió - … pero ven, Minu, debo mostrarte algo, algo que te explicará esto mejor que ningún guía. - Minu siguió a Eléan, no sabía si la visita habría tenido ese impacto de haberla seguido con su padre.

Minu sintió que no irían a la siguiente sala como lo haría cualquier visitante. El Gran Museo era en sí un gigantesco cilindro y sus salas eran naves radiales, con las entradas orientadas hacia el centro de la construcción, que exhibía una recreación de un megalodon gigante (lo que sería descubierto como el animal más grande que había existido jamás en la tierra: un tiburón de 50 metros de longitud). La figura del animal estaba rodeada de pasillos anulares, con acceso a las salas. Si uno se dirigía al centro podía rápidamente cambiar de sala sin tener que recorrer una por una. Y ahí es hacía donde ellos iban.

Tibiryx, como le llamaba Eléan, era la reproducción de un fósil encontrado en las costas de Faerea, unos 500 kilómetros al oeste de Ciudad Central, 5 años antes de la inauguración del Gran Museo. Su descubridor no pudo disfrutar la gloria, ya que pereció semanas después debido a la alta radiactividad de la zona. Como tributo, el Buró del Gran Museo decidió honrarlo teniendo en el centro de la construcción una réplica de su descubrimiento. Eléan Sentino siempre pensó que nunca se pudo encontrar un símbolo lo suficientemente impactante como para colocarlo en ese lugar, la idea del megalodon no le parecía mala sin embargo.

Rápidamente, rodearon a la criatura pasando las salas contiguas de Evolución XII, XIII… hasta comenzar Creatividad Humana I, II, III… últimos inventos. Creatividad Humana, últimos inventos, leyó por segunda vez Minu. La entrada de esta sala era única, pues estaba custodiada por uno de los guardias del museo que dirigió a Minu una mirada de desaprobación pero al percatarse que Eléan era su acompañante se volvió con una sonrisa algo fingida.

-Todas estas salas, Minu, contienen gran parte de los descubrimientos e inventos que los humanos desarrollaron, muchos de los cuales fueron base para algunos nuestros, o en algunos casos, idénticos - aclaró Eléan. Comenzaron el recorrido por este espacio, encontrando muchos de los inventos que habían sido creados en el siglo XXI de la Raza Humana: el vehiculo motor espacial (capaz de viajar al espacio sin necesidad de reactores), el folículo solar de alta eficiencia (que podía absorber y crear electricidad con la energía del sol). Minu pensó que al final de la sala debería encontrarse el gran último invento del hombre. No pudo esperar y se adelantó para ver de qué sería, se precipitó hacia al final de la habitación y conforme avanzaba notó que el lugar se obscurecía tanto físicamente como sensorialmente ya que los inventos comenzaban a verse cada vez más bélicos y destructivos: UJSF (unmanned Joint Strike Fighter, avión caza no tripulado), 3GNP (3rd Generation Napalm), LRNW-21 (Long Range Nuclear Warhead 21), TDR (Tesla Death Ray), LTDR (LASER Tesla Death Ray) y finalmente la bomba TWO (Total Wipe Out; nuclear-química, diseñada para atacar únicamente a seres vivos). Todo parecía más claro ahora. Había habido una guerra entre los humanos, que los obligaron a crear armas más mortíferas cada vez y finalmente se destruyeron.

- ¿Qué opinas? – preguntó Eléan. Minu no contestó. - Todo esto que has visto son los últimos inventos del hombre, creados durante la última gran guerra. Sin embargo, Minu, aunque parezca evidente, todas estas armas de destrucción no son suficientes para terminar con la vasta población que había entonces de humanos. No es lógicamente posible. Las tecnologías que utilizaban estas armas eran demasiado elevadas para que cada ser humano pudiera utilizarlas y sin lugar a dudas hubo sobrevivientes después de la guerra. La radiación no era una posible causa para el exterminio, ya que la mayoría de los sitios radiactivos estaban controlados e identificados, como lo son ahora. Además, se sabe que no se utilizaron bombas nucleares en esta guerra, una muestra de que los humanos aprendían sus lecciones. La última gran guerra sin duda redujo la población de humanos drásticamente, pero la verdadera conclusión del final es desconocida. –

- La teoría más aceptada es que la escasez de alimentos produjo una guerra de baja escala, que lentamente fue consumiendo a los humanos. La degradación social en este punto hace imposible saber qué es lo que realmente sucedió, la producción de evidencias históricas se detuvo de golpe – finalizó Eléan.

-¿Entonces por qué dijiste que habían muerto por sus propias manos? – preguntó sagazmente Minu. Un poco sorprendido, Eléan señaló una de las fotografías que estaban anexas a la vitrina de la bomba TWO (los humanos siempre tuvieron la picardía de nombrar sus inventos de una forma curiosa o chistosa, tal vez para ocultar lo terrible y atroz). Minu se acercó y lo que vio le hizo recordar la sala Evolución XI, donde vio por primera vez al homo sapiens. “El mundo humano después de su última gran guerra”. A pesar de su perspicacia, Minu estaba algo abrumado.

- Es un hecho que después de la guerra la faz de la Tierra cambió. Había sido agredida como nunca antes. Los humanos eran una raza altamente adaptable pero su mundo había regresado a las épocas iniciales de su desarrollo, tecnologías inservibles, gente sin los conocimientos para repararlas o utilizarlas. Un ser humano que conoció todas las comodidades del mundo moderno no podía ser sometido así como así a las hostilidades del mundo salvaje. Tarde o temprano habrían todos de perecer. -

La cara de Minu ya no era de comprensión sino de hartazgo. Todo lo que había visto lo había confundido: que los humanos no eran ellos, después que los humanos se habían extinto por sus propias manos, luego que sólo es una teoría. - ¿Tú crees todo esto que me dices? – le preguntó a Eléan.

- Como te lo comenté, es sólo la teoría más aceptada. En mi opinión es clave descifrar la extinción humana para evitar la nuestra, últimamente se ha visto que nuestra sociedad también comete errores y que no somos tan perfectos como pensábamos. Mientras hablaba, Eléan recordaba cómo había leído hace una semana de un intento fallido por salvar a una especie en extinción, de la cual ellos eran culpables. - Lo que creo es que hay un hueco gigantesco en nuestro conocimiento sobre el fin de la Raza Humana. Algo simplemente no encaja… -

Eléan fue interrumpido por el padre de Minu, como lo había anticipado al apresurarse a la sala. – Supongo que te has divertido mucho con Eléan – se dirigió a Minu. Minu asintió sin decir una sola palabra. Eléan Sentino era un hombre inteligente, y sin duda al dejar a Minu con el guía sabía que habría de llevarlo a la exhibición de los inventos del hombre y le contaría de todas sus dudas y las discrepancias entre las versiones de la historia. Al ver el rostro de su hijo, pudo percatarse que sus planes habían salido a la perfección. Todo había comenzado – ya es tiempo – pensó.

lunes, 15 de enero de 2007

1.0 LA VISITA AL MUSEO

Era el día mas esperado de Minu. Desde que tenía 2 años su padre, Eléan Sentino, acostumbraba llevarlo un día después de su cumpleaños a algún museo de la Ciudad Central. Con tan sólo 7 años, ya entendía muchas de las cosas que sus compañeros de clase no podían ni comenzar a descifrar, precocidad que se hizo evidente a los 6 meses, cuando dijo su primer vocablo, “Selei”, aunque sus padres nunca supieron que en verdad había sido una palabra.

Minu ya sabía leer y escribir perfectamente, y a pesar de todas sus habilidades no era ni un niño retraído ni absorto sino todo lo contrario: tenía una novia 2 años más grande que el, a la que seducía con su gran imaginación y sus historias de cómo él no pertenecía a este mundo. Además, no existía una sola persona en su escuela que no supiera de sus habilidades deportivas, era miembro del escuadrón de natación, compitiendo regularmente con niños 2 años mayor que él. En sí, era un niño bastante popular, cálido y amigable.

Eléan había escogido el Gran Museo de Historia Natural, que llevaba 10 años en pie en Ciudad Central. Eléan había sido de las grandes mentes detrás de esta obra descomunal de 10 pisos, que contenía todos, o casi, los episodios de la historia de la Naturaleza en la Tierra. Había participado en la arquitectura y el diseño del lugar, pero más que nada, en la concepción (el más grande talento de Eléan era concebir proyectos inimaginables). Llevaba 2 años esperando poder llevar a su hijo a tal museo, pero siempre se abstuvo dado que ahí dentro se encontraban terrores que no quiso despertar en Minu antes de tiempo (sabiendo que perfectamente los comprendería).

Pero ya era tiempo. Minu había logrado convencer a su padre de que lo llevara a su creación, el año antes ya se había preguntado por qué no lo llevaba a un lugar donde podría estar tanto feliz de conocerlo, como orgulloso de su padre por ser parte de él. No importaba más, este año lo había logrado persuadir.

Había que volar más de 2 horas para llegar a Ciudad Central desde Guaju. El modelo Dens-0201 de Eléan era envidiable, alas cortas retractiles, capacidad de despegue vertical, autonomía de 10 horas, y no olvidando que volaba a más de 400 km/h usando únicamente energía solar. Era una pieza excelente de ingeniería y optimización un ejemplo de lo que su civilización estaba destinada a desarrollar.

Minu siempre admiró ver la tierra desde el cielo, y siempre durante este recorrido imaginaba que no necesitaba al 0201 para volar, sino que podía hacerlo por sí mismo. Cerraba los ojos e imaginaba el viento rozando sus manos, agitando sus ropas y sentía como sus mejillas se aplastaban hacia sus pómulos mientras aumentaba su velocidad, cuando todo de repente se silenciaba y proseguía el gran estallido sónico. Minu sabía de todas estas cosas, y su imaginación lo llevaba mucho más allá (jamás reparó en pensar que ningún cuerpo humano es capaz de soportar un estallido sónico, ni la fricción con el viento a tan alta velocidad; siempre recordaba que él no pertenecía a este mundo).

El Dens-0201 aterrizó suavemente detrás del GMHN, y la compuerta superior de la nave se abrió. Eléan bajo y lo siguió Minu, mientras observaba a una persona uniformada que los esperaba. – Un policía- pensó. Pero rápidamente desechó esta idea ya que los policías en la Ciudad Central regularmente patrullaban los cielos, persiguiendo a los que corrían por la ciudad o utilizaban naves basadas en combustible fósil. Era casi imposible observar uno en la tierra. - ¿Entonces de qué será ese uniforme? – se preguntó.

El hombre que los acompañaba era Menes Fergo, custodio del museo y amigo de Eléan desde la infancia. Era la persona con mayor rango en el museo, y sin embargo estaba uniformado, ya que Menes creía en la igualdad. Eléan compartía la visión con él, pero muy dentro sintió que Menes podría bien no usar el mismo uniforme que usaban los demás; pero sin embargo le había dado la batuta para tomar cualquier decisión respecto al Gran Museo y no interfirió.

La primera hora de la visita pasó rápidamente. Menes y Eléan explicaban a Minu de cómo todos los animales de la tierra evolucionaban dependiendo del medio que los rodeaba y que básicamente la Naturaleza los ponía a prueba y que los que permanecían habían superado dicha prueba. Minu no encontró ninguna especie que se pareciera a la suya, lo que le hizo preguntarse a qué clases de pruebas habrían sido sometidos sus antepasados. Esta visita le albergaba una gran sorpresa.

Continuó la visita; ellos caminaban en un pasillo que comunicaba la sala de Evolución X y Evolución XI. Un segundo uniformado hizo una aparición repentina y le comentó algo a Menes y Eléan en voz baja. Seguido, Eléan se reclinó sobre Minu y le dijo que habría de continuar su visita en compañía de Eléan, uno de los guías del museo (y que casualmente tenía el mismo nombre que su padre). Esto inquieto mucho a Minu, no por estar en la compañía de un desconocido, sino porque algo requería la atención inmediata de su padre y Menes. Antes de retirarse, Eléan le dijo que el guía sabía mucho más que él del museo y que la visita sería mucho más fructífera. Minu no opinó lo mismo.

-Apuesto a que encontrarás la siguiente sala muy interesante, Minu- comentó el guía y prosiguió – tu padre ya me ha hablado mucho de ti y de tus curiosidades. – Minu ni siquiera lo volteó a ver, estaba realmente enfadado. Este sentimiento no duró un minuto más, puesto que al entrar a la siguiente sala lo que vio lo hizo quedar atónito. Creía que una de sus preguntas había sido respondida.

Comenzó a ver con excitación todas las vitrinas… h-o-m-o e-r-e-c-t-u-s… h-o-m-o s-a-p-i-e-n-s. Pero él no sabía que era un homo sapiens, jamás había oído hablar de tal cosa. Decidió superar su rencor hacía Eléan y le preguntó: - ¿son estos nuestros antepasados? – El guía sonrió y respondió: - Lo que ves es un hombre, y sus fisonomía es básicamente idéntica a la tuya o mía. Sin embargo, ellos no son nuestros antepasados, pertenecen a la raza ahora conocida como humanos, que se extinguieron hace miles de años. -

sábado, 13 de enero de 2007

Bienvenidos a Leyendas de la Tierra

Este blog lo abro EXCLUSIVAMENTE para relatar las "Leyendas de la Tierra", una historia que ha estado en mi cabeza desde hace tanto tiempo y que siempre he querido escribir, nunca me había animado. Yo supongo que es sueño de todo aquel que escribe que sus ideas algún día se publiquen, el mío a veces. Pero no creo que suceda, yo simplemente no tengo dotes de escritura y he leído tan poco que pues mi escritura no es rica en absoluto.

Leyendas de la Tierra es una serie de libros (por escribirse) que relatan sucesos no conocidos de la historia de la humanidad y sucesos por suceder. Sin duda se parecerá a muchas cosas, algo de aquí y algo de allá, historias fantásticas que me han influenciado. No me preocupa que alguien piense que esto es una copia de otra cosa, porque creo que ya es tan difícil escribir algo 100% genuino. Lo que importa es mi intención y asimismo que escribiendo esto podré revelar alguna parte de mí, desconocida para muchos y hasta para mí.

Enhorabuena (parece discurso de inauguración de un supermercado), me deseo toda la suerte del mundo. Godspeed.

Wicho