lunes, 26 de febrero de 2007

4.0 EL LABORATORIO SECRETO

No habían ido a donde se encontraba el Dens 0201. En su lugar, salieron del museo y se dirigieron a lo que su padre llamó “El almacén de especiales”, un lugar donde tenían artículos que no se exhibían en el museo, o que aguardaban a que se diera el tiempo apropiado para ser mostrados.

El sitio, en efecto, tenía muchos artículos típicos de un museo: cuadros envueltos, réplicas, cualquier cantidad de figuras e incluso algunos dispositivos mecánicos. Durante la apresurada caminata, Minu alcanzó a ver las siluetas de lo que parecían ser unos aviones antiguos. Interesado, le pidió a su padre que se detuvieran, a lo que él, sin siquiera hablar, se negó. Minu sintió como se apresuraba el paso. Había muchos artículos en el depósito, todos de gran interés; no vería ninguno.

Al fondo de la oscura habitación había una puerta de apariencia rústica, custodiada por dos personas que aparentaban platicar y no poner atención a su alrededor ni darle importancia a la puerta en sí (una estrategia para evitar curiosidad); la mayoría del tiempo lo lograban. Al reconocer a 2 de las personas que entraron, cambiaron su actitud drásticamente.

El protocolo estándar para cruzar dicha puerta sería mostrar a los guardias la credencial apropiada (y que ésta tuviera los permisos necesarios) y posteriormente se practicaría un escaneo retinal. Había pocas personas con los privilegios para evitar dicho protocolo, Menes era una de ellas.

Se abrieron paso para ingresar a una pequeña habitación. Las paredes eran perfectamente blancas y planas. Impecablemente iluminada, se mostró como un prisma cuadrangular perfecto (una vez cerrada la puerta), que se elevaba hasta donde el ojo podía ver; no había rastros de un techo real. Esto era evidentemente una ilusión ya que el edificio en el que se encontraba no tenía esa altura.

- ¿Y ahora qué? – pensó Minu. Súbitamente, Menes se volvió hacia su padre y él y con un gesto poco amigable los apartó del centro de la habitación en donde se colocó. Estiró sus brazos perpendicularmente a su cuerpo con los hombros perfectamente derechos y dijo – Menes Fergo, Privilegios de Acceso 0, 2 Invitados -. Sus manos empezaron a adquirir cierta luminosidad, al aparecer un holograma. Era una visión nostálgica de un elevador de antaño, con 31 botones de los pisos a los que este ascensor podía llegar. De nuevo, Minu pensó que esto no era posible.

Menes presionó rápidamente varios números, como si estuviera introduciendo una contraseña. Al terminar de realizar su secuencia, el holograma cambió: se agregaron dos botones más, Nivel A y Nivel B. Menes presionó el segundo. –Minu, no te recargues- dijo. Sorprendido, se retiró de la pared y volteó a ver a su padre. Tenía una cara muy extraña, una que Minu no había visto antes. Tal cual, parecía que Eléan estaba algo nervioso e incómodo en medio de todo esto, pero también tenía cierto aire de satisfacción, viendo a su hijo abochornado y sobrepasado por las circunstancias. -Será una gran experiencia para él- se dijo. Su padre había esperado este momento ya muchos años.

Nada sucedía. Después de unos minutos, se atrevió a preguntar - ¿Y ahora?-. – Aunque no lo creas, Minu, estamos descendiendo. Este piso se está moviendo, es una plataforma móvil y estamos bajando algunos metros por debajo del nivel del suelo. – Cualquiera que estuviera ahí no lo creería. No se sentía ningún movimiento, pero el mecanismo era tan sutil para evitar cualquier sensación. Pero tenía sentido porque para poder sentir el movimiento se requiere de puntos de referencia, variaciones en la aceleración o inestabilidad o cualquier ruido asociado a él. Ese lugar estaba excluido de ellas: las paredes perfectas, el techo “infinito” y un movimiento suave y sin ruido. Una idea genial en verdad.

Segundos después, Menes comenzó a caminar y justo antes de toparse con la pared, una puerta se abrió frente a él, se detuvo un momento y los miró, – Hemos llegado – dijo. Después de la exhibición con el holograma y ahora su familiaridad con el “elevador”, era evidente de que Menes habría tomado el mismo camino varias veces en el pasado.

Salieron todos por la misma abertura y encontraron un puente de unos 20 m que volaba sobre un vacío inmenso. Debido a la oscuridad que se generó al cerrarse la puerta y borrar los rastros de luz que provenían de dentro del elevador la sensación de vacío se hacía más fuerte. El nivel A habría de estar más abajo. Siguieron a Menes sobre la ruta del puente; Minu seguía sin hacer preguntas, temía que no le contestaran…

Observó como las dos puertas metálicas al final del corredor se deslizaban en sentidos opuestos, abriendo paso hacia una habitación muy luminosa. En el ínterin una cantidad de luz alcanzaba a colarse hacía donde se encontraban y pudo ver que estaba en una columna cilíndrica hueca con el elevador en medio, pero visiblemente descentrado. Miró hacia arriba y alcanzó a vislumbrar otras puertas a diferentes alturas pero no había ningún puente conectándolas con el elevador (de aquí concluyó que el puente se movía junto con el elevador)

Una vez que la luz los dejó de deslumbrar, se descubrió la silueta de una mujer que aparentemente los esperaba. Menes se adelantó súbitamente extendiendo su mano – Dra. Lyn Lents, qué gusto-. La mujer devolvió la cortesía y se volvió hacia Eléan con cierto escepticismo. Luego volteó hacia Minu con gran sorpresa y balbuceó – ¿él es el prime...?- un sonoro y fingido tosido de Menes la detuvo, era obviamente de desaprobación.

-Dra., este es Minu, mi hijo-. Extrañada, ella le extendió la mano, pero Minu sintió que de cierta forma no era la misma cortesía que había presenciado momentos antes.

La Dra. Lents los escoltó durante los siguientes minutos, mientras hablaba con Menes y su padre en términos que eran demasiado avanzados inclusive para él. Fluctuaciones, isótopos, radiactividad… términos que había leído o escuchado alguna vez, pero que no hacían sentido esta vez. Nunca se había sentido tan apartado de su padre como en ese momento.

El recorrido continuó. El lugar era excesivamente blanco e iluminado, que después de cierto tiempo de estar ahí la cabeza dolía. Había que estar acostumbrados. Como no tenía nada que ver, comenzó a leer lo que decía en las puertas conforme las pasaban. “Análisis 1”, “Análisis 2”… “Identificación A”, “Identificación B”… “Carbono 14.A”, “Carbono 14.B”… Minu entendió entonces. Se encontraba en un laboratorio de investigación, relativo a los objetos del museo. Sus suposiciones se verificaron conforme vio las demás puertas… “Rastreo”, “Simulación”, “Preparación final”, “Almacén de Salida a museo”...

Si era el laboratorio del museo, ¿para qué todo el secretismo? Un museo en verdad tiene que tener un laboratorio, para rastrear la validez de ciertos elementos, o hacer investigaciones sobre algún descubrimiento, algún fósil. Esto tenía sentido, pero a cualquiera le parecería exagerado el nivel de seguridad que había en el laboratorio y más aún que estuviera debajo del suelo.

Sin embargo, el corredor cambió. La última puerta que vio Minu había sido 10 metros atrás y el final del corredor podía verse. Algunas plantas decoraban el sitio y se encontraba una máquina dispensadora de bebidas. Al fondo, había una pared perfectamente blanca y plana, como si todo terminara abruptamente. Al llegar ahí, la Dra. Lents y Menes se colocaron uno al lado del otro y colocaron sus brazos perpendicularmente a su cuerpo, con los hombros perfectamente alineados y al pronunciar al unísono “Acceso -1”, un holograma similar al anterior apareció en sus manos…

miércoles, 21 de febrero de 2007

3.9 ¿GRAVEDAD AUMENTADA?

Mientras el nacimiento de Minu ocurría, en un pequeño pueblo a unos cuantos kilómetros de Guaju, unos estudiantes de sexto grado realizaban experimentos para medir la gravedad: dejando caer objetos, con planos inclinados o cualquier otro método que ellos pudieran dilucidar. Los resultados eran consistentemente equivocados: 1.10 G, 1.11 G. Todos los grupos obtenían el mismo resultado. – No puede ser, son errores de medición- pensó el profesor (aunque ese no era el error que arrojaban esos experimentos sino mucho menor) – lo dejaremos para mañana- les dijo. El día siguiente realizarían los mismos experimentos y obtendrían 1.01 G, 1.00 G como se esperaba…

martes, 13 de febrero de 2007

3.0 MINU SENTINO, UN MILAGRO

Era tiempo. Eso pensó Eléan Sentino mientras contemplaba el anillo de platino que sostenía en sus manos. Coronado por un brillante rubí rojo, tan cristalino que reflejaba su rostro a la perfección, era un símbolo de lo que ella significaba para él. Eran ya 2 años de conocer a Danaé, y no pensaba en otra persona que ella. Era tiempo.

Durante el levantamiento del Gran Museo, Eléan estaba siempre vigilante de que su gran idea fuera llevada a cabo pero como también tenía otros proyectos en proceso eventualmente debió contratar a alguien de confianza para que fuera sus ojos en la construcción. Él pensó en primer lugar en Menes Fergo por la confianza que le tenía, pero éste rechazo la oferta debido a que consideraba que la actividad estaba fuera de sus cualidades. Esto era sin duda una mentira pero su amistad se basaba en el respeto y Eléan no indagó más. En su lugar, Menes recomendó a Danaé, una becaria suya hacía muchos años, donde ella había demostrado ciertos atributos que le serían de utilidad a Eléan (y otros que también llegaría a reconocer pero no lo sabía Menes).

El encuentro entre ellos dejó huella: se dio en el lugar de la construcción, donde Eléan quiso ver si la jovencita podría estar al nivel de la monumentalidad de la obra, a manera de prueba. Sus dudas tardaron en evaporarse ni 5 segundos. Danaé era citadina, había vivido en Ciudad Central toda su vida y estaba muy acostumbrada a ver obras grandes. Más aún, había colaborado en un par de ellas, mientras estudiaba Arquitectura en la UTCC (Universidad Técnica de Ciudad Central). Su mirada inicial al entrar al sitio era de sorpresa y admiración pero a la vez de despecho, como diciendo “tú no me asustas”. Eso fue lo primero que atrajo a Eléan hacia Danaé; no fue la única vez que vio esa misma mirada.

- Danaé, las palabras se terminaron el día que te conocí. No puedo ya expresar así lo feliz que me has hecho y cuánto deseo pasar el resto de mi vida contigo. Acepta esto… – le dijo Eléan mientras le ofrecía el anillo de compromiso, en una estrellada noche en la azotea de la Torre S y ella estallaba en un sí... La familia de Menes era de las más importantes de Ciudad Central, debido a la gran cantidad de científicos e inventores que había existido en su historia, casi una dinastía. Ya tenían una franquicia de centros de investigación, uno de los cuales se ubicaba en esta torre, propiedad de Industria y Avances Fergo. La torre S era una monumental columna pandeada en forma de S, la fachada mostraba los vidrios más impecables de la ciudad y no dejaba ver ni un rastro de su estructura interna. En sí la forma de S habría de mostrarla como vulnerable o débil, pero cuando se lograba contemplar la colosal magnitud de sus secciones, se disipaba cualquier sensación de fragilidad. Era el edificio más alto de Ciudad Central, con 145 pisos. De ahí podía verse, si había la suficiente claridad, el resplandor de una de las ciudades más importantes, Guaju. - Un espectáculo hermoso en verdad- pensó Danaé, y nunca en su vida olvidó esa noche.

Guaju no era tal como Ciudad Central, eran parecidos en monumentalidad y su resplandor a distancia era equiparable, pero tenían otras características muy diferentes. Por un lado, la Ciudad Central era todo aquello que enorgullecía a la raza “neohumana”: una gran gema, pulcra y brillante, símbolo de la grandeza de la raza y de su superioridad (en esos tiempos, compararse y diferenciarse de los humanos estaba de moda, quizá no se sentían ya tan diferentes). Por el otro lado, estaba Guaju, no tan brillante, donde se dejaban ver algunos rasgos negativos de la propia raza. Los indicios eran apenas incipientes, pero ya miembros de la comunidad habían empezado a emigrar hacia Ciudad Central, dejando Guaju en manos de nadie. Todo esto alarmaba a Eléan, altruista y proyectista nato, debía hacer algo para revertir lo que sucedía.

Tener a Guaju a la vista (en la torre) era parte de su plan, él deseaba vivir ahí con Danaé. Lograr que ella aceptara moverse de Ciudad Central fue difícil, casi imposible, pero al nacer Elae, su primogénito, ella estaba tan complacida por todo lo recibido hasta el momento, que decidió dejar ir sus prejuicios acerca de aquella ciudad y mudarse. Al cumplir 1 año Elae, Danaé le daría la sorpresa de que nuevamente estaba esperando otra criatura.

Danaé no estaba ya en condiciones de tener otro hijo. Lo escuchó tantas veces casi para perder la cordura. Los doctores le recomendaron no tenerlo, pero ella tenía creencias “no tan modernas” en esos temas. Se le había dado otro regalo más y ella no habría de tirarlo así nada más. Tomó la decisión conscientemente y así lo tuvo presente durante unos difíciles 6 meses, donde su vida peligró.

El nacimiento fue un día que nadie en esa sala de parto habría de olvidar. El alumbramiento estaba programado para 6 semanas después, pero el desangrado era ya demasiado y el evento tuvo que ser anticipado. –Ella no sobrevivirá- le dijeron los doctores a Eléan. Incansable y esperanzado, estuvo con su esposa hasta el momento en el que Minu era cargado por los doctores… -no respira…- alcanzaron a oír. Danaé débilmente lloraba y Eléan trataba de reconfortarla, mientras ambos escuchaban a los doctores tratando de resucitar al recién nacido. De pronto ella se dirigió a Eléan –Minu, así se llama tu hijo- y cerró los ojos, su cuerpo parecía ya haber perdido la vida.

Ya habían pasado 10 minutos. La resucitación había fallado y Eléan estaba inconsolable, tomaba la mano sin vida de Danaé. Todo el personal estaba desolado: se habían perdido 2 vidas ese día.
De pronto, todas las luces de la sala se apagaron y un tremor se hizo sentir. Esto habrá durado apenas unos segundos, pero la intensidad del sismo y del momento hicieron parecer como si hubiese sido eterno, casi providencial. Todo se detuvo. Un llanto apenas inaudible llamó la atención de todos. Minu estaba vivo. Las luces inmediatamente volvieron y la vida en la sala de parto fue milagrosamente devuelta. Danaé sujetó la mano de Eléan y casi poseída le dijo –fui por mi hijo y volví, ¿se encuentra bien?-. Luego se desmayó.

Los días siguientes fueron de felicidad y regocijo, Danaé no había sufrido casi ningún daño y Minu, a pesar de ser prematuro tenía una salud perfecta. Sin embargo, Danaé no tenía ningún recuerdo de lo que había pasado durante esos 10 minutos y parte de ella estaba muy agradecida de no haber sufrido el dolor que resistió Eléan. Ella era muy fuerte, pero no tanto como él. -Gracias- siempre pensó.

Durante la siguiente semana 5 nacimientos similares ocurrirían en diferentes rincones del planeta, nadie nunca notó la relación entre estos eventos -quizá porque un nacimiento no era nada espectacular- excepto Menes Fergo. Él acostumbraba sumergirse nocturnamente en cualquier publicación que contuviera noticias del mundo. Así se percató... pero ni siquiera él pudo anticipar la real conexión. Nadie podía.